Las maravillosas cataratas del Iguazú

En 1542, mientras Alvar Núñez realizaba una travesía en el Océano Atlántico, observó las maravillosas Cataratas del Iguazú. En un principio, las llamó “Saltos de Santa María”. Sin embargo, después de algunos años ese nombre fue reemplazado por “Iguazú”.

Este nombre, de origen guaraní, significa “agua grande”; “I”, quiere decir “agua” y “guasú” significa “grande”. Nombre que aún conservan estas imponentes cataratas ubicadas entre Argentina y Brasil.

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Una maravilla del mundo que esconde un misterio

Sus impresionantes cascadas se mezclan con el verde tropical de la vegetación. Más de 20 cataratas en total conforman el sistema del Iguazú, declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad desde 1984. En noviembre del 2011, fueron elegidas como una de las Siete Maravillas del Mundo.

Todos los años, miles de turistas, amantes de la naturaleza y exploradores, visitan sus cascadas. Sus imponentes saltos pueden ser visitados desde ambos lados, tanto del brasileño como del lado argentino.

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La caída más sorprendente

Sus caminos conducen a una de las mayores caídas de todo el mundo: la Garganta del Diablo. Con cascadas de hasta 80 metros de altura, 150 metros de ancho y su forma circular, en este lugar se puede experimentar la enorme fuerza del agua. Es frecuente observar sobre la espuma, un inmenso arcoíris que adorna los saltos de agua.

Muchos se preguntan por qué ese nombre si es un lugar maravilloso, uno de las grandes bellezas de la creación. Lo que no conocen muchas personas es la leyenda que hay detrás de este círculo de cataratas.

El origen de una leyenda

Se cuenta que, hace muchos años, los indios que pertenecían a esta zona y que habitaban el lugar, creían en una divinidad que tenía forma de serpiente. Naipi, hija del superior de la tribu, era una de las mujeres más bellas de toda la región. Tanta era su belleza que podía detener las corrientes de aguas del río que los rodeaba: el río Iguazú.

El padre de Naipi, jefe de la tribu, para demostrar su fidelidad a la divinidad, se la ofreció al dios M’boy. Lo que no se esperaba su padre era que la bella Naipi se iba a enamorar de Tarobá, un joven guerrero. Al enterarse de la ofrenda que había ofrecido el padre de Naipi, los enamorados huyeron en una canoa a lo largo del río.

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Las grietas que brotaron de la furia

La divinidad M’boy, al conocer lo sucedido, se enojó tanto que rompió la tierra. Las enormes grietas eran tan grandes que de ellas comenzaron a salir las cataratas. Esta misma leyenda cuenta que Naipi se convirtió en la roca principal de las Cataratas del Iguazú. Mientras que Tarobá, se transformó en una palmera ubicada cerca de la roca central, cerca de un abismo.

Los habitantes señalan que esa región siempre está conectada por un arcoíris. Y esto ha sido tomado como la alianza que aún conecta a Naipi con Tarobá. El nombre de “Garganta del Diablo” se ha mantenido, generación tras generación, porque según los habitantes, ese es el lugar exacto desde donde M’boy mira a Tarobá y a Naipi.

Es por ello que este lugar se ha convertido en una región muy especial para todos aquellos exploradores que desean acercarse cada vez más a los misterios de estas Cataratas.